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En la actualidad se puede encontrar una amplia gama de discursos de ficción de una realidad poco conocida para la gran mayoría como puede ser el escenario político, las cuales dejan traspasar las paredes de los principales edificios de las sociedades democráticas, dejando al descubierto las maneras de actuar de los principales actores políticos, encrudeciendo o endulzando las mismas. Se puede producir tal punto de identificación con los productos ficcionales políticos, que hasta los ciudadanos de un país como Dinamarca se vean reflejados en la serie Borgen (DR 2010-2013), la cual definen como una guía 100% verídica de cómo funciona su gobierno. Caso contrario es el acontecido en House of Cards (Netflix 2013- ), pues nadie quiere creer que una persona en el poder tenga ese bajo nivel de moralidad, esa ansia por el poder que le haga hacer lo inimaginable. Inserto en el contexto post 11-S, con las características propias de tales producciones, en el último capítulo de la cuarta temporada retoman un elemento usado con frecuencia desde entonces: el retorno a la cultura del miedo, con sustratos precedentes de la Guerra Fría, tomándose la vulnerabilidad de la población estadounidense como argumento para implementar medidas extremas, lo que el matrimonio Underwood sabe y utiliza en su favor (aviso de spoiler).