miércoles, 16 de marzo de 2016

Hacia la macro-serialidad. El retorno de las series que nunca se fueron


 



El pasado 24 de enero se estrenó el primer episodio de lo que podemos considerar como la décima temporada de Expediente X, si bien en los posters promocionales se presenta como un 6-episode event. Independientemente del nombre que le queramos dar, este esperado regreso de los agentes Mulder (David Duchovny) y Scully (Gillian Anderson) a nuestras pantallas se produce 14 años después de la emisión de la novena, y hasta entonces última, temporada de la serie. En 2008 se estrenó en cines la película The X-Files: I Want to Believe y, tras 7 años, los artífices de la franquicia (léase el creador original Chris Carter, la cadena de televisión Fox y los actores protagonistas) se pusieron de acuerdo para permitir que los fans de la serie pudieran comprobar qué había sido de dos de los personajes más icónicos de la ficción televisiva reciente. Si tenemos en cuenta que la serie empezó a emitirse en el año 1993, sólo tenemos que hacer una sencilla operación matemática para darnos cuenta de que Mulder y Scully llevan 23 años en nuestras vidas.



Independientemente de la (más que cuestionable) calidad de la película estrenada en 2008 o de los seis episodios recientemente emitidos, el hecho de que Expediente X haya regresado periódicamente al encuentro de sus fans nos permite reflexionar sobre cómo ha venido evolucionado la serialidad en las series de televisión. Considerando que el fenómeno de traer de vuelta a series clásicas con el mayor número de miembros posibles del reparto original comienza a asentarse (además de Expediente X pronto volverán a nuestras pantallas otras series como Twin Peaks o Las chicas Gilmore, y ya es realidad la continuación de Padres Forzosos: Madres Forzosas), podríamos establecer dos grados de serialidad en estos productos televisivos. El primer nivel correspondería a la serialidad propia de la emisión original, compuesta por las temporadas emitidas durante un periodo cronológico determinado según el éxito del producto. En el caso de Expediente X, se trataría de las nueve temporadas originales emitidas por Fox entre 1993 y 2002. En un segundo nivel, que podríamos denominar como macro-serial, ubicaríamos las sucesivas aproximaciones a la diégesis de la obra que se vienen sucediendo a lo largo del tiempo. Así pues, siguiendo esta perspectiva, podríamos encontrar tres grandes unidades macro-seriales en Expediente X: la serie original (1993-2002), la segunda película (2008), y los 6 episodios emitidos recientemente (2016). Como vemos, la macro-serialidad implicaría la prolongación de una diégesis ficcional a lo largo de un intervalo temporal muy extenso manteniendo el reparto original e incorporando el tiempo transcurrido en el relato, de modo que se genera la impresión de que el flujo temporal del mundo de la serie discurre de forma paralela al del de la audiencia. Así, con estos revivals o regresos de series de televisión clásicas que se aproximan, se nos ofrece la oportunidad de echar de nuevo un vistazo a esos universos ficcionales paralelos y ver qué ha ocurrido desde que “nos fuimos”, es decir, desde que dejó de emitirse la serie de televisión que nos ponía en contacto con ellos.

La utilización del reparto original nos permite comprobar qué tal ha tratado el paso del tiempo a nuestros personajes. No se trata de traer de vuelta al personaje interpretado por otro actor, lo cual sería una estrategia que generaría extrañeza, sino de que el intérprete inicial regrese años después para retomar su personaje. El envejecimiento real de los actores introduce mejor que cualquier rótulo, montaje de secuencias o caracterización el paso del tiempo en la diégesis de la ficción seriada. Todo espectador que disfrutara de Expediente X en su emisión original durante los 90 estará lo suficientemente familiarizado con los rostros de los personajes como para reparar en los cambios que han sufrido: arrugas, algunos kilos de más, movimientos menos ágiles… Los efectos del paso del tiempo están ahí, tan visibles y patentes en los cuerpos de nuestros personajes favoritos como en los nuestros propios.



Si bien las producciones transmedia han ampliado horizontalmente el alcance de las ficciones audiovisuales a través del intercambio y trasvase de personajes (no hay mejor ejemplo que el universo cinematográfico de Marvel), estos retornos televisivos desarrollan verticalmente la posibilidad de narrar historias en el tiempo. Es decir, los amplios periodos temporales que puntúan las sucesivas entregas macro-seriales de las series de televisión generan excelentes oportunidades narrativas. Por ejemplo, en los años y décadas transcurridos entre las distintas unidades macro-seriales es posible que los personajes hayan cambiado, hayan adquirido nuevas habilidades, hayan tenido hijos… Es decir, han vivido sus vidas igual que nosotros. En el caso de Expediente X, a pesar de que Carter desaproveche enormemente esta oportunidad con sus torpe gestión narrativa, llegamos a conocer cómo ha ido evolucionando la relación sentimental de los protagonistas, descubrimos a qué se ha dedicado la agente Reyes en los últimos años, o se nos indica que William debe tener ahora unos 14 años y puede convertirse en un personaje importante. Así pues, la dimensión macro-serial del relato promovería el desarrollo de contenido destinado a rellenar los huecos temporales y explicar lo sucedido entonces.


Del mismo modo, los regresos televisivos pueden usar la macro-serialidad para cerrar cuestiones que permanecieron abiertas en las series originales o para facilitar la transición hacia un remake o nueva versión de la misma. En el caso de Expediente X, la introducción de los agentes Miller y Einstein como versiones rejuvenecidas de los protagonistas podría ir más a allá de la meta-parodia y convertirse en el primer paso hacia una versión renovada de la serie, la cual estaría fuertemente conectada con el producto televisivo original. Supongamos que en próximas temporadas estos dos jóvenes agentes del FBI se hicieran cargo de la oficina de los expedientes X y, acompañados por Mulder y Scully como secundarios esporádicos, empezaran a investigar sus propios casos con elementos sobrenaturales. Sería, sin duda, un modo muy orgánico de continuar con la ficción televisiva puesto que el intercambio generacional estaría justificado desde la propia diégesis.

A pesar de que hay voces que consideran el retorno de clásicos televisivos como Expediente X o Twin Peaks como una muestra de la escasez de ideas o de la importancia del factor nostalgia en la era de la Quality Television, personalmente creo que nos encontramos ante una estrategia narrativa que ofrece interesantes oportunidades para desarrollar relatos de un modo más profundo e intenso.



Francisco Javier López Rodríguez

http://lopez-rodriguez.blogspot.jp/

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