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La tercera edad dorada de la televisión gira alrededor del término Quality Tv, concepto sobre el que académicos han dedicado ya multitud de páginas para tratar de definir y acotar. La seriealidad es una de las principales características que permite un complejo desarrollo dramático en los personajes centrales. La hibridación genérica o la posibilidad de hablar de nuevos temas, a priori relegados para un discurso cinematográfico, son solo algunas de las particularidades definitorias del término. En poco tiempo esta “nueva televisión” ha establecido sus propias vacas sagradas, discursos audiovisuales que han ascendido a una especie de olimpo seriéfilo, donde tanto crítica como público coinciden en que es imposible discutir la calidad del relato audiovisual.
Es evidente que hablamos de series como Breaking Bad, The Wire, Los Soprano o la primera temporada de True Detective. Un cuarteto incuestionable si se habla de televisión de calidad. No obstante, estos relatos audiovisuales plantean más preguntas que respuestas sobre algunas cuestiones capitales: si la nueva seriealidad permite personajes más complejos y elaborados -solo hay que comprobar la enorme cosmología de héroes, antihéroes, antivillanos, entre otros muchos- ¿dónde están los personajes femeninos (complejos, o al menos desarrollados narrativamente) en todas esas ficciones?
La mayor parte de series que forman parte del “olimpo” han centrado su discurso alrededor del personaje masculino, donde la mujer no tiene desarrollo narrativo o a veces ni presencia en el global del discurso. Un ejemplo perfecto de esto es Breaking Bad, donde la trama principal se desarrolla alrededor del tándem Heisenberg-Pinkman. Hay que recordar que el papel interpretado por Anna Gun, Skyler, ha llegado a ser odiado por el público mayoritario de la serie. Por lo que se vuelven a plantear varias cuestiones ¿ese odio es producto de la función narrativa del actante en la serie? ¿es provocado por la posibilidad de distorsionar la evolución de Walter White? ¿o es consecuencia de la imposibilidad de ver a una mujer como verdadera protagonista de una serie que llegue al podio?
Si atendemos al caso de Los Soprano, es evidente que el protagonismo recae sobre Tony y otros personajes masculinos. Dejando el papel femenino para su mujer, soporte familiar, pero a quién Tony engaña de forma habitual con prostitutas; o para Jennifer Melfi, psicóloga del mafioso y que cumple a la perfección con el estereotipo-rol de mujer confidente. En el caso The Wire, qué decir con una serie coral donde los personajes masculinos ocupan gran parte del reparto. Con personajes tan carismáticos como Jimmy McNulty, Stringer Bell, o el propio Omar. Aunque bien es cierto que existe lugar para algún personaje femenino, la gran mayoría, a excepción de Beadie Russel, se corresponden con estereotipos. O la primera temporada de True Detective donde de nuevo un tándem masculino Harrelson- McConaughey se convierte en el leitmotiv narrativo del relato. Es por ello que un capítulo como The Abominable Bride de la serie televisiva Sherlock, resulta especialmente relevador desde una perspectiva de género. Un relato literario clásico creado alrededor de dos personajes masculinos: Sherlock y Watson que reactualiza su discurso y pone sobre la mesa cuestiones centrales para el debate. Un discurso consciente de la evidente masculinización de algunas de las series con más éxito de la televisión plantea una pregunta en voz alta: ¿Por qué se olvida a la mujer como protagonista del relato en muchos de los discursos seriados de éxito?
Y vuelve a plantear algunas de las preguntas que hacíamos durante el texto, si la nueva televisión plantea lugar para el desarrollo narrativo de personajes más complejos, ¿cuándo veremos una serie que no simplifique o funcionalice lo femenino a un rol que necesite de lo masculino para que tenga sentido narrativo? Quizás es hora de pedir a este relato seriado más compromiso en la creación de historias argumentales y arcos narrativos. Ya que algunas apuestas específicas como Orange is the New Black, The Good Wife o Jessica Jones parecen a todas luces insuficiente.
Sergio Cobo
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