jueves, 29 de enero de 2015

El trabajo del director en televisión o la posibilidad de la autoría (Parte II)


 

La televisión es el medio del guionista. Este mantra, que no por repetido hasta el hastío haya perdido verdad, hace que uno se cuestione hasta qué punto el trabajo de un director puede ser personal, a no ser que forme también parte de la sala de guionistas o ejerza funciones de co-showrunner o de director/productor de la serie. Y aún así es difícil. El empleo de director televisivo no fijo es algo desagradecido, pues esencialmente se espera que sea un profesional estándar eficaz, que acabe el capítulo en los días asignados, que no se salga del presupuesto y dirija bien al reparto. ¿Qué venga con ideas propias que cambien lo establecido por el equipo? No. El director de fotografía de una serie, normalmente el mismo o parte de un grupo recurrente, es el que establece las reglas en una producción en constante movimiento. El único momento en que se puede decir que un/a director/a puede crear las pautas estilísticas a seguir es cuando se están creando susodichas pautas. Esto es, en el piloto de una serie. La persona encargada de rodar el piloto lo hará con un estilo que seguirán todos los que vengan después.

Existen algunos casos en los que un director o directores han sido capaces de cambiar el estilo, pero son muy pocos en comparación con el resto de series, y para ser capaz de hacer algo así, uno tiene que tener el poder como director/productor o contar con la confianza absoluta de los creadores de la serie en cuestión. Hablo por ejemplo de Alex Graves y Christopher Misiano, que cogieron las riendas de Thomas Schlamme como directores/productores de El ala oeste de la Casa Blanca a mediados de la cuarta temporada. Si uno se fija, puede ver cómo a partir de esa temporada se usaba más la cámara en mano y se hacían más paneos para rodar las largas conversaciones, por ejemplo. Otro caso que viene a la mente es el de Alfonso Gómez-Rejón en American Horror Story, donde tuvo tal nivel de creatividad durante sus tres episodios en Asylum, la segunda temporada, que fue ascendido a co-productor ejecutivo en la tercera por lo satisfechos que quedaron con su trabajo. De nuevo, si uno se fija, puede ver cómo bajo su control la serie tiene planos con mucho aire, angulares extremos y primeros planos muy cercanos. Ryan Murphy, co-creador de la serie, usó la cámara con libertad en el piloto, pero Gómez-Rejón llevó al paroxismo esta tendencia, y creó así un nuevo estilo. Algo similar pasó en Breaking Bad, ya que Vince Gilligan estableció el estilo al encargarse del primer episodio, pero no se pueden obviar las aportaciones de Michelle MacLaren o Adam Berstein, directores/productores de la serie.

En una mesa redonda organizada por “The Hollywood Reporter”, Kelsey Grammer relató un incidente de sus días en la sitcom Frasier donde un director llegó con ínfulas de cambio y queriendo imponer su voluntad, y solo logró que los productores desestimaran sus planes. Así es como uno se crea mala fama, y hace que no le vuelvan a llamar. Y este es otro punto donde difiere el trabajo televisivo respecto a Reino Unido, donde el/la director/a tiene más autoridad sobre el material. En otra mesa redonda, esta vez organizada por “Variety”, el actor inglés David Morrisey opinó sobre el limitado rol de un director en comparación con su país. Dio el ejemplo de cómo durante el rodaje de The Walking Dead, preguntó al director su opinión sobre diferentes temas argumentales, y éste reaccionó con sorpresa y entusiasmo, ya que por una vez se le incluía en ese tipo de conversaciones. Diferentes ejemplos para ilustrar no solo las diferencias sino la realidad de la profesión, y por qué entonces nos preguntamos si es posible tener autoría como director sobre el material con el que trabajas cada semana.

Hay que tener cuidado de no confundir al director con el director/creador, cada vez más presente en la industria porque muchos cineastas están encontrando en la televisión el escaparate ideal para contar historias más largas en el tiempo. Frank Darabont, Guillermo del Toro, Neil Jordan o Mike White, por decir solo algunos nombres, son ejemplos de esta tendencia, que además ilustra otro punto a tratar del tema en cuestión: los capítulos de prestigio. La idea de que un/a director/a de renombre sea el/la responsable del principio o final de una serie/temporada de una serie es el sueño para la cadena y los creativos de la serie en sí. Como Quentin Tarantino y su episodio doble de CSI: Las Vegas, serie cuyo capítulo 200 fue dirigido por William Friedkin. Sin salirse de la franquicia CSI, Joe Dante ha trabajo en CSI: Nueva York para un episodio de Halloween y Rob Zombie en CSI: Miami. Lo que quiero decir con esta avalancha de nombres es que muchos cineastas son eso para las cadenas en abierto: nombres. Y ellos se benefician porque, al fin y al cabo, están trabajando. De hecho, en la actualidad Dante dirige con regularidad en Hawai 5.0 y Las brujas de West End.





Martin Scorsese, Patty Jenkins, David Fincher, Gus Van Sant, Jonathan Demme, Kevin Smith, Bill Condon, Agnieszka Holland, Vincenzo Natali, Jodie Foster... mil y un ejemplos de que el traspaso de nombres es impresionante. Los resultados, sin embargo, son más bien funcionales. Es una industria demasiado grande como para que el plan de rodaje se altere. Depende entonces del talento de la persona en cuestión para seguir las pautas establecidas y quizá mejorarlas u honrarlas con elecciones visuales que signifiquen algo. Volvemos de nuevo a la primera parte. ¿Hay más arte en The Knick que en Homeland? Sí, pero no recae en el hecho de que Steven Soderbergh sea mejor director que Lesli Linka Glatter y el grupo de directores de la serie de Showtime. Recae en que Soderbergh tiene más tiempo para pensar en cómo va a trasladar los guiones de la temporada (ya escrita en su totalidad), a soluciones visuales, elecciones estilísticas que ayuden a contar la historia tanto como lo hacen las palabras. Los centenares de ejemplos muestran que el director de televisión no puede tener, hablando generalmente, autoría sobre su trabajo. Entendiendo autoría como impronta personal, y no literalmente. Se espera de él/ella que cumpla y se vaya. El mejor será el que sea capaz de hacerlo, y la recompensa que sus ideas ayuden a mejorar la calidad general del asunto y le vuelvan a llamar, pensando siempre en la serie como un todo. ¿Existe entonces la autoría del director en televisión? No lo sé, ¿pero a que es un debate fascinante?

Adrián González Viña


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario!