jueves, 4 de febrero de 2016

Ettore Scola, el reflejo de la vida


 
La sencillez de la historia, la naturalidad de los personajes, la intimidad del espacio. Son estos los elementos que han marcado la filmografía del recientemente fallecido Ettore Scola (Trevico, 1931-Roma, 2016), uno de los cineastas italianos más importantes del último tercio del siglo XX. Su última película Qué extraño llamarse Federico (Che strano chiamarsi Federico!) se había estrenado en 2013 como homenaje a Federico Fellini en el vigésimo aniversario de su muerte, y en ella reunía dos de sus grandes pasiones: la creación del guión y la dirección.

Scola empezó a trabajar como guionista en la década de los cincuenta y durante estos años pudo tomar influencia de cineastas que estaban escribiendo la historia del Neorrealismo como Vittorio De Sica, Roberto Rossellini o Luchino Visconti. A pesar de que cada uno de ellos tenía una percepción distinta y particular de este movimiento cinematográfico –como se ve en sus películas-, todos coincidían en la importancia de contar una buena historia, y es aquí donde destacó Scola. El desencanto de la vida, el gusto por la cotidianeidad, la reflexión sobre la familia o las relaciones de pareja, o la evolución de la sociedad italiana están presentes en una brillante filmografía que alcanzó una gran proyección a finales de los setenta y durante los ochenta. Asimismo, estos temas sencillos y sin artificio hablaban directamente al espectador de sus preocupaciones, de su realidad y, también, de sus sueños, pues la universalidad de los mismos le permitió abordarlos en filmes ambientados en distintas épocas.

En sus películas aparecen personajes tan diversos como antihéroes, madres abnegadas, políticos, periodistas, homosexuales, intelectuales, profesores, comerciantes, ancianos, que son, en definitiva, un reflejo de la propia sociedad. Por ello, no es difícil que los espectadores se sintieran identificados con los protagonistas de sus filmes al verse representados en ellos. Sin embargo, el desencanto que domina su obra no contiene un acusado dramatismo y prueba de ello es que en ocasiones las complejas realidades de los personajes aparecen con un cariz cómico. Se puede afirmar que Scola “se ha curtido con los mejores autores de comedia y desde joven sintió admiración por Vittorio De Sica” (Durán Manso, 2009: 1-2), y a este respecto Marcello Mastroianni, con quien trabajó en varias ocasiones, lo consideraba un heredero de este cineasta. Asimismo, su gusto por los espacios cerrados y en ocasiones de dimensiones mínimas, le ayudó a potenciar el carácter de sus personajes y, además, a incidir en la fuerza de la historia al prescindir de cualquier tipo de ornamentación que le restara importancia.

Tras participar en guiones de filmes de Dino Risi y de Antonio Pietrangeli, dirigió en 1964 su primera película Se premettete parliamo di donne, y aunque el toque cómico que empleó en estos primeros años nunca lo abandonó, poco a poco se fue decantando por el drama de la realidad cotidiana. Así, pudo desarrollar a través de la pantalla otra de sus señas de identidad: mostrar la historia personal de los personajes con un trasfondo histórico que los determina. En la década de los setenta se consolidó con títulos como Una mujer y tres hombres (C’eravamo tanto amati, 1974), con Nino Manfredi, Vittorio Gassman y Stefania Sandrelli –algunos de sus intérpretes predilectos-, y, también con dos filmes que reflejan en sí mismos la propia vida. El primero es Una jornada particular (Una giornata particolare, 1977), un exquisito estudio sobre la realidad de un hombre y una mujer que brilla especialmente por la contención de Marcello Mastroianni ante su trágico destino y la imposibilidad de huida de Sophia Loren. El segundo es La terraza (La terrazza, 1979), una película coral entre la comedia y el drama en la que un grupo de personajes con vidas, realidades y aspiraciones distintas se reúnen en una terraza de Roma durante una noche del caluroso verano y dan rienda suelta a sus emociones. 



Otros títulos destacados de estos años son la coproducción La noche de Varennes (La nuit de Varennes, 1982), ambientada en la Francia de 1791 con un Casanova en retirada entre los protagonistas; la interesantísima La sala de baile (Ballando, ballando, 1983), una película muda donde la fuerza de la música es la absoluta protagonista, sobre todo la italiana y la francesa, y recorre la historia de Europa de los últimos cincuenta años; y una de sus principales películas, La familia (La famiglia, 1987), en la que narra en el interior de un amplio piso de Roma la evolución de una familia entre 1906 y 1986, con sus habituales Vittorio Gassman, Stefania Sandrelli y, además, Fanny Ardant. A este respecto, Julián Marías apuntó con motivo del estreno de La familia: “la notoria crisis del cine italiano tiene una excepción: la obra de Ettore Scola” (1987: 1). En esta época, su obra fue reconocida con diversos premios tanto en Italia como en otros países, y resultan muy destacables sus nominaciones al Oscar en la categoría de Mejor Película Extranjera por Viva Italia en 1977 (compartida con Dino Risi y Mario Monicelli), Una jornada particular, La sala de baile y La familia.

Entre sus últimas aportaciones al séptimo arte destacan Splendor (1989), que constituye su particular y sensible homenaje al mundo del cine y coincidió con Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988); y las más recientes Competencia desleal (Concorrenza sleale, 2001), donde retrata a una familia católica y a otra judía dedicadas al comercio en un espacio casi inédito en su carrera, la calle, en los días del fascismo, y Gente de Roma (Gente di Roma, 2003), película entre documental y ficción en la que observa durante un mismo día a la gente que vive en Roma y aborda el paro, el racismo, la infidelidad, la muerte, la tercera edad y las relaciones familiares, entre otros temas.

Ettore Scola ha sobrevivido desde los tiempos del Neorrealismo hasta la complejidad cinematográfica italiana actual con un cine que ha retratado a la sociedad italiana de las últimas décadas. La sencillez, precisión, cercanía y, también, ironía que imprimió en los temas y personajes de su filmografía cautivó tanto al público italiano como al europeo o al americano, y ahí reside su principal valor como autor. Se trata de un cineasta con personalidad que ha dejado varias obras maestras y que, sin duda, era “el último gran maestro del cine italiano” (Salas, 2016). 

Valeriano Durán


Bibliografía

Durán Manso, V. (2009): “El cine de Ettore Scola”. Estudio El cine italiano, ayer, hoy ¿y mañana? Frame. Revista de cine de la Biblioteca de la Facultad de Comunicación. Nº 4. En línea: http://fama2.us.es/fco/frame/frame4/estudios/1.10.pdf

Marías, J. (1987): “Ettore Scola”. Cuenta y razón del pensamiento actual. Fundación de estudios sociológicos. Nº 31. En línea: http://www.cuentayrazon.org/revista/pdf/031/Num031_013.pdf

Quintana, A. (1997): El cine italiano 1942-1961. Del neorrealismo a la modernidad. Barcelona, Paidós.

Salas, M. (2016): “El último gran maestro del cine italiano”. El País. Roma, 2016. En línea: http://cultura.elpais.com/cultura/2016/01/20/actualidad/1453311414_603893.html

Tirri, N. (2006): Habíamos amado tanto a Cinecittà: ensayos sobre el cine italiano. Barcelona, Paidós.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario!